lunes, 22 de mayo de 2006

Vértigo

En sus sueños más felices no deja de volar y en sus pesadillas más terribles siempre está en lugares altos y ahí, no es miedo lo que siente, sino vértigo.
–¿Le temes al éxito? –Afortunadamente no tenía que pagar por esa consulta, Jacqueline era sicoanalista y además una excelente amante.
–¿Miedo? No, yo no diría que es miedo, es más bien aversión, rechazo. En resumen, y con esto facilito tu labor, no quiero ser como mi padre.

lunes, 8 de mayo de 2006

Baba de perico, baba gato, las babas del diablo

Antes que nada, debo dejar perfectamente claro que padezco un desorden obsesivo-compulsivo hasta creo que tuve, en cierto momento de mi niñez, algunos síntomas propios del autismo. Sin embargo, y no quiero pensar que sea por ese historial clínico, a pesar de estar conciente, seguro -positive dijeran los gringos -de que en el mundo son muchas más las cosas que nos pesan y nos abruman, hay otras, que como las de hoy, me permiten repetir pasajes una y otra vez, repetírselos a otros hasta el casancio, hasta que se harten, sólo para mi diversión, para mi alegría. Pasajes, frases, sustantivos, pronombres o artículos que desde que los leo o escucho, me hacen feliz. Feliz de una manera un poco enferma e insana, no sé, pero felicidad es felicidad. Hoy recuerdo de hoy, y espero que por muchos días:

"Pero el sol estaba también ahí, cabalgando el viento y amigo de los gatos,(...)."

Cortazitar, ese sí es un genio. ¿Quién en la vida pudo haber acuñado frase tan genial, tan llena de vida y brío? (Es pregunta retórica). Tan genial como para emocionarme tanto: y amigo de los gatos,. Sólo Cortázar.

domingo, 30 de abril de 2006

Para quien se interese.

El texto se encuentra en este blog fechado septiembre 28, debo reconocer que en realidad el texto es muy malo, es más bien un texto "situacional" con ningún valor liteario...lo reconozco.

miércoles, 12 de abril de 2006

El culo de Palinuro

STATELY, PLUMP BUCK MULLIGAN CAME FROM THE STAIRHEAD, bearing a bowl of lather on which a mirror and a razor lay crossed. A yellow dressing gown, ungirdled, was sustained gently-behind him by the mild morning air. He held the bowl aloft and intoned:-- Introibo ad altare Dei.
---------James Joyce, Ulysses
Introibo ad altare Dei, Buck Mulligan, haciendo una obvia burla del caminar ceremonioso de los sacerdotes al entonar esta parte del Introito, llama a su amigo el jesuita miedoso, Stephen, para hablar con él mientras se rasura.
Palinuro espera que le afeiten el culo, donde descubren el ojo de vidrio de algún general, El ojo universal.
Qué pena..qué pena.

miércoles, 5 de abril de 2006

De la poblaneidad (mensaje a los organizadores: Puebla 475)

Señores:

Resulta para mí una gran contrariedad ver cuánto se "anuncia y pregona a grandes voces" lo orgullosos que nos debemos sentir -que sin duda lo estoy -de ser poblanos y vivir en Puebla cuando en mis diaras caminatas por el centro y mi desplazamiento por sus calles no veo sino edificios derruidos y sucios. Eso me parece, no sé, evitable, mejorable, solucionable. Me parece que una "celebración más digna" sería rescatar todos esos edificios y educar a las generaciones más jóvenes en el aprecio y cuidado de estas joyas. Sé que es difícil y que esto depende de otros muchos factores, pero creo que si se piensa "más-bien a largo plazo" y no tanto en celebraciones anuales, esto es posible.

Quisiera poner especial énfasis en un edificio-estructura, que me causa especial lástima y que, para los que la conocemos, no podemos sin coincidir en la maravilla que es: hablo del "Puente de México" que se encuentra donde terminan/empizan la prolongación reforma y el ahora Boulevard Forjadores (antes federal a a Cholula). Esta estructura lleva años (siglos) en pie y no tengo conocimiento de que se le haya dado mantenimiento y ahí sigue, olvidada en el extremo de la ciudad, sucio, maltrecho, golpeado, sin protecciones adecuadas para los conductores, transeúntes y para la estructura misma.

Volviendo a mi idea de "una celebración más digna" me gustaría ver que estas estructuras tan viejas como la ciudad misma, sean tratadas, curadas, restauradas y protegidas adecuadamente, para que sigan prestando el servicio que por siglos han prestado a la ciudad.

miércoles, 29 de marzo de 2006

Epifania (1)

Oro, frenesí absoluto por la posesión, infame deseo de lo efímero, cruel tragedia andante, veneno de las entrañas.

Dime: ¿cuál de todos estos prefires, hijo? La miró y volteó inmediatamente, fijando su mirada allá, en el horizonte, más allá del reluciente cristal de la ventana, allá, donde la mirada sólo especula. Sobre la mesa había dejado tres cajas pequeñas, cada una más interesante que la que la flanqueaba, no sé, estaba confundido, las quiero todas, ella le había dicho que sólo podía esoger una este año. Daba igual cuál escogiera, de cualquer modo no conocía su contenido, así que lo que sea que está dentro, es ganancia, no puede ser tan malo, en mi cumpleaños sólo cosas buenas me pueden dar. ¡Quiero esta! Saltó de la silla, qué tendrá, no sé, abrirla. Con cuidado. La cajita era de madera, pintada de azul con volutas color oro sobre la tapa, los lados y la base. En la parte de atrás, donde se articulaban unas bisagras delicadamente construidas, tan pequeñas, tan elaboradas y tan brillantes, estaba magistralmente pintado un león agazapado con melena dorada y portentosas garras, bajo el león, decía con letras góticas apenas legibles Leo de tribu Iuda. No sé, hijo, exactamente de dónde viene, pero era de mi abuelo y, según sé, cuando él era niño estás cajas ya tenían mucho tiempo en la familia, son algo así, como las joyas de nuestra familia, la herencia menos esperada, pero la más simbólica.
Tomó la llavesita que estaba sobre la tapa, la introdujo dentro de la pequeña cerradura, la hizo girar, abrió la tapa y, envuelto en una tela vieja, que presentaba razgos de haber sido roja, había una piedra color oro. Eso es, lo que piensas, eso eso. Y es tuyo hasta que tenga que ser de alguien más, hijo. Ahora los tesoros familiares empiezan a pesar sobre ti. Eso es, hijo, el oro de la familia.

viernes, 24 de febrero de 2006

Para soñar

De regreso en mi casa -eran las 9:45 -descrubrí a Mota, mi gato, muerto. Estaba tirado enmedio de la sala, en el mueble donde guardo su alimento había señales de su frenesí. Lo levanté, lo metí en una caja de zapatos y lo deslicé bajo la cama. Lo menos que puedo hacer es concederle la venganza e imponerme la penitencia, de no dormir bien por el resto de mi vida.

lunes, 23 de enero de 2006

No olvidar

(Talvez logremos recordar, cuando nos hayamos ido, el calor de los cuerpos, el hálito de las bocas, lo filoso de las uñas, el olor de los cabellos.)

Déjame que te recuerde que la última vez que nos vimos el orgullo pudo más que tus deseos. Ojalá no vayas a seguir con eso, espero en dios que no vayas a seguir con eso. Despreocútate, no seguiré.

(Uno debe recordar el tipo de cosas que no debe olvidar, uno debe insistir en la memoria, uno debe tratar de no olvidar.)

¿Por qué no volviste? Espero que no sigas con eso. Olvidémonos de la satisfacciósn, recuerdo barbárico, remanente animal, olvidémosla por completo, pensemos: ¿qué es la satisfacción sino el placer puramente animal de presenciar cosas hechas -bien hechas -, logradas, terminadas, pulcras, primitivas? ¿Para qué queremos la satisfacción sino para recordar todo lo animal que somos?

martes, 3 de enero de 2006

Saturno devorando a sus hijos

Es cuando las personas se desnudan y cuando tocan su cuerpo sin pensarlo, cuando las añoranzas juveniles ceden su lugar a las despreocupaciones emocionales propias de la edad adulta; es cuando el recuerdo del día más feliz en la preparatoria se vuelve borroso e incierto, es cuando la parte más emocionante de aquel viaje no alcanza a ser tan evidente ni con la fotografía en la mano, es así, irremediablemente, cuando nos vamos haciendo más viejos y la memoria nos abandona.

sábado, 24 de diciembre de 2005

Ladridos en la mar

Su nombre es Beatriz y tiene miedo de la mar. Cuando era niña sus padres decidieron hacer un viaje a las playas de Acapulco, tenían la idea de que a Beatriz, de cuatro años, quedaría encantada con las olas, el sol y la arena. Sin duda el viaje marcó su vida, sin duda aquellas vacaciones, las primeras en su vida, serían las que recordará hasta el fin de sus días. Llegaron al estado de Guerrero en avión, un viaje de Aeromexico, desde el Distrito Federal, más un breve recorrido en autobús, hasta un hotel con vista al mar atestado de turistas rojísimos por la sobreexposición al sol, sumaron un total de dos horas con todo y retrasos.
Al llegar al hotel, Beatriz estaba confundida y nerviosa entre tanta gente, de alguna manera sabía que algo no estaba bien. No sabía por qué, pero su piel se sentía extraña, demasiado húmeda, sus ojos resentían mucho más la luz del sol reflejada en el mármol lustrosísimo del lobbie. Su madre y ella se internaron en el baño de la planta baja mientras su papá confirmaba las reservaciones y se encargaba de que todo estuviera en orden. Beatriz no quitaba la mirada de su padre mientras se alejaban y perdían entre maletas, bultos y ¨güeros que hablaban como ladridos de perro". No Bety, no ladran, hablan otro idioma, explicaba su mamá mientras le cambiaba el pantalón por unas bermudas azul turquesa y sus zapatos por unas sandalias en uno de los cubículos del baño de mujeres. ¿Y ellos entienden lo que nosotras decimos? Preguntaba Beatriz Puede ser que algunos, pero otros no. Terminó por decir su mamá. Salieron del baño, regresaron al lobbie. La recepcionista les informó que su esposo había ido ya a la habitación y que pidió que lo alcanzaran en cuanto pudieran. Beatriz miró las palmeras y el cielo azulísimo a través de la gran puerta de cristal del hotel. Se encaminaron hacia el elevador, su mamá picó el botón de flecha abajo y esperaron un momento. El elevador se abrió dejando salir un alud de gente, Beatriz se escondió trás su madre y luego entraron, con ellas un montón de gente entró también. Pasaron por el primer piso, bajo algo de gente, pasaron por el segudno y nadie bajo, finalmente llegaron al tercero y bajaron. Buscaro la habitación 320. Empezaron a caminar por un largo corredor con muchas puertas. ¿Qué hacemos aquí mamá? ¿Dónde está mi papá? Preguntó Beatriz. Esto es un hotel ¿recuerdas que te hablé de ellos? Aquí vamos a dormir unos días y tú papá está en nuestro cuarto. El pasillo le parecía larguísimo, caminaron y por fin llegaron a su habitación. La puerta estaba entre abierta. Entraron. Beatriz empezó a husmear con desconfianza. De una puerta cerrada se escuchaba el ruido de la regadera. Beatriz se paró frente a la puerta de entrada, frente a sí había un ventanal grande con cortinas blancas batidas al viento y a través de ello podía mirar el mar, tan azul, el sol entraba con tal intensidad que era necesario entre cerrar los ojos para no quedar ciego. Beatriz miraba el horizonte de azules en competencia cuando escuchó la voz de su madre ¿te gusta? Beatriz asintió con la cabeza sin decir palabra. Te lo regalo. Voy por él. Vio a su madre ser tragada por el azul del mar y escuchó los ladridos nuevamente.

sábado, 17 de diciembre de 2005

Profecias

De ojos grises, como los de un gato y piernas largas con rodillas redondas, como las de las infames cigüeñas de Alcalá; con nariz larga como la de Pinocho, con todo y las horribles mentiras, será.
Si acaso la vida se reduce a un montón de tristezas, si acaso el recuerdo está condenado a desaparecer –o nos condena a olvidar –si acaso los cachorros siempre lloran de frustración y de tanto extrañar las tibias tetillas de sus madres, si acaso todo eso: ¡que venga más!

viernes, 2 de diciembre de 2005

Cruzada: todos con Alberto Espejel

Recientemente, ayer para ser exactos, dos de las princesas y yo nos dimos cuenta de lo "amable y buen pedo" que es Alberto Espejel: comentarios atinados, que hacen sentir bien, medidor seguro de lo pésimo que estamos escribiendo, fiel lector y comprometido comentarista.

Así que con esta "Cruzada: todos con Alberto Espejel" queremos rendirle un homenaje en vida a quien con sus comentarios nos hace creer y sentir que los blogs ¡viven, viven!

lunes, 28 de noviembre de 2005

El Hierofante (fragmento)

¡Anticristo de sal y delirante,
partí la cruz en que morir pudiera!
¡Mas no compadezcaís al Hierofante!

-Germán Pardo García

martes, 22 de noviembre de 2005

¿qué será?

Estos últimos días me he sentido muy extraño: no mal; porque aun me puedo reir de cualquier cosa, ni enojado ni deprimido, es sólo que tengo esta sensación en el estomago, este sentimiento que me desconcentra por momentos, como si todos los ruidos tuvieran que ver conmigo, como si todas tragedias hablaran de mí, como si el reflector de un gran teatro me siguiera, expectante, para presenciar mi gran actuación. Es un poco paranoía, es un poco miedo, lo cierto es que no me deja dormir.

jueves, 10 de noviembre de 2005

senectud

Quiero tener manos de anciano,
para sostener lotos entre los dedos;
quiero tener ojos de anciano,
para mirarlo todo a través de nubes,
para ver
y
sentir el cielo.

lunes, 7 de noviembre de 2005

la traducción

La gente me aconseja que escriba una traducción del anterior post, pero probablmente no lo haré ¿Hay traducción que valga? ¿Hay taducción que salve el ritmo de este canto? Que originalmente debe estar en hebreo, sin embargo, este en latín tiene mucha musicalidad. Si quieren leer el texto en castellano encuéntrenlo en su biblia casera...

jueves, 3 de noviembre de 2005

eclesiástico 24:13-15

Quasi cedrus exaltata sum in Libano, et quasi cypresses in monte Sion. Quasi palma exaltata sum in Cades, et quasi plantatio rosae in Jericho. Quasi oliva speciosa in campis, et quasi platanus exaltata sum juxta aquam in plateis. Sicut cinnamomum, et balsamum aromatizans odorem dedi: quasi myrrha electa dedi suavitatem odoris.

lunes, 31 de octubre de 2005

En estos días mi madre no me habla. Sin una explicación convincente, mi madre ha dejado de dirigirme la palabra, asumo que es por cierto criterio que tiene sobre mis hábitos alimenticios, en verdad no lo sé. Cuando se pone así es símplemente imposible de tratar, anda de aquí para allá hablando con todo mundo, cantando, silbando o sentada en el comedor leyendo cualquier cosa, únicament ignorándome a mí. Desde que tengo memoria ha hecho este tipo de cosas conmigo: ignorarme. Y estoy casi seguro que lo ha hecho muchas más veces conmigo que con cualquiera otro de mis hermanos. A pesar de lo que todo mundo diga, por eso y otras razones, yo no soy ni puedo ser "el favorito" de mi mamá.

miércoles, 26 de octubre de 2005

fiesta

La cita era “después de las nueve”, el primer convidado llegó a las nueve treinta y todo estaba listo ya. La mesa y las diez sillas que se rentaron para la reunión habían llegado desde las tres de la tarde y los entremeses estaban recién salidos del horno: rebanadas de pan con salsa boloñesa, una rebanada de queso encima y bañados con aceite de oliva. Una delicia. Sobre la mesa pusieron un mantel azul marino; algunas bebidas estaban enfriándose en el refrigerador, otras dentro de una hielera y los refrescos estaban sobre la mesa –¿no será mucho? –preguntó Esteban –¿qué tal si ellos traen más? –siguió. Pues lo guardamos –sentenció Fulano.

Esta noche se reunirían para darle la despedida a Fulano, quien se iba a hacer su maestría en estudios latinoamericanos a la sureña ciudad de Buenos Aires. La música estaba programada de tal manera que todos se sintieran cómodos con lo que escucharían: sones cubanos, salsa, boleros, tangos y por supuesto, mucho jazz. Todos los convidados, por diversas razones, eran amantes del jazz, así que no había error: a todos les gustaría la música. Todo iniciaría con un brindis de Concha y Toro, para finalizar con muchas cervezas.
Era una de esas noches de diciembre que se ponen cada vez más frías conforme avanza y por eso, decidieron que sería buena idea poner el calefactor en un rincón de la sala, para que el frió no hiciera estragos en el ánimo de la reunión. Miguel –el primero en llegar – se ofreció a sacar las bebidas que estaban en el refrigerador, Esteban mientras tanto traería las copas –quince, por si llega algún colado –dijo provocando la risa de Fulano y de Miguel. Cerca de las nueve cuarenta y cinco se escuchó afuera el ruido de un motor que inmediatamente cesó. Súbitamente sonó el timbre. Fulano, que hasta ese momento estaba acomodando las sillas alrededor de la sala, se apresuró a atender la puerta. ¡Hermano! –Un efusivo saludo entró por la puerta y se apoderó de toda la casa –¿cómo que te nos vas a la tierra de Gardel, de Borges y de Martín Fierro? –y no olvides a Perón –interrumpió Fulano. Hubo un estallido de risas acompañado de un entrelazamiento de cuerpos. Eran Isaac y su esposa Rebeca. Todos entraron a la casa y se dirigieron a la sala, antes de que se instalaran en el sofá, otro automóvil se estacionaba –¿quién será ahora? –preguntó Fulano buscando con la mirada a Esteban –iré a ver –respondió este. De un coche blanco bajaron tres personas. Conducía Lucinda, antigua amante de Fulano, la acompañaba su hermana, Josefa, quien en tiempos pasados fuera compañera de estudios de Esteban y con ellas venía “el Gordo”, el bufón del grupo. Ya eran las diez y diez de la noche o, mejor dicho, las veintidós horas y diez minutos de la noche. La noche buena había pasado hace dos noches el año nuevo estaba a cuatro noches de llegar. Las calles no estaban tan transitadas como cualquier fecha, en el aire se respira la nostalgia de los días que no han de volver. Pero para Fulano la nostalgia acabaría pronto.
Cuenta Esteban que Fulano era una de esas personas que te llevaban a los extremos –lo amas o lo odias –dijo en entrevista. –Él siempre tuvo un humor muy especial: encontraba los pequeños defectos de la gente y los magnificaba frente a sus ojos. La mayoría lo entendía, pues todos éramos adultos y habíamos compartido tantas cosas ya, que cualquier cosilla era insuficiente para ofendernos, es más era debido a su humor que muchas personas lo apreciábamos. Nunca creí que alguien le hiciera algo tan bajo y peor aun, que fuera uno de nuestro llamados “amigos”.
De la universidad de Buenos Aires llegó, fechada veinte de enero de 2005, una carta en la que se notificaba al Licenciado Fulano de Trapo, que había perdido los beneficios de su beca por no presentarse en las fechas acordadas a la Coordinación de Relaciones Exteriores para dar de alta su matrícula. En las manos de Esteban, el papel parece un pañuelo con el que se ha limpiado las lágrimas del último mes. Su semblante es oscuro y decaído, los codos, apoyados en la mesa de la misma sala de aquella fiesta, apenas si sostienen su cabeza oval, el cigarrillo en la mano derecha, despide volutas de humo que se elevan como incienso sagrado. Cuando Terminó mi encuentro con Esteban –todo esto, como dicen los gringos, off the record –cuando apagué mi grabadora, él rompió en llanto, llamando a su recién muerto amigo, maldiciendo las botellas de vino y cerveza que vuelven a todos un manojo de bestias, maldiciendo la era de bronce y la invención de herramientas y cuchillos, maldiciendo la vida y maldiciendo a la muerte. Sus últimas palabras, antes de sacarme del lugar a empellones y agradecer mi visita fueron: “pinche Gordo, siempre fuiste tan pendejo”.

recuerdo de las flores sembradas en mi jardín

En mi jardín trasero hay una flor silvestre, en medio del césped, sola, amarilla, ridículamente buscando el sol en la noche. Desde la ventana de mi cuarto, que tiene vista a ese jardín, la veo, desproporcionada en sus dimensiones: hojas grandes, verdes, periformes y alargadas; tallo pequeño y delgado. La flor destella en la noche con un brillo que me recuerda al sol matutino de los inviernos meridionales, me trae recuerdos de otras flores, más grandes, pero menos amarillas, me trae, finalmente, el recuerdo de ojos que han brillado con ese amarillo frente a sí, con la mirada fija en flores tan amarillas como esta, ojos que, a pesar de tener el color glauco de los tallos, se iluminan de sol con el sol diáfano de los inviernos mediterráneos enraizados en mi jardín trasero.

jueves, 13 de octubre de 2005

a todos

Señores:

Heme aquí sin mucho qué decir, heme aquí compartiendo un momento sórdido, heme aquí con el ánimo distraido y la mente difusa...

miércoles, 28 de septiembre de 2005

milagritos

En todas las iglesias hay santos: san José, san Pedro, santa Catarina, san Pablo, san Ignacio, santa Isabel, san Judas, en fin, todos los santos clásicos y hay otros santos endémicos como san Juan Diego en el caso de México. Precisamente es aquí, en México –desconozco si la actividad se realice en otro país, es muy probable que sí –se tiene la costumbre de colgarles a los santos milagritos o, mejor dicho, mandas que son una especie de agradecimientos por algún favor recibido o bien promesas que se hacen a tal o cual santo y que se materializan en pequeños dijes con la forma o silueta de niños, hombre mayores, parejas, o bien, la parte del cuerpo por la que se pide el favor, la mayoría de los casos, sanación: una pierna, un brazo, etc. Son bien conocidos los casos específicos de san Antonio (el que está cargando al niño) a quien se acostumbra colgar listones rojos para conseguir novio o san Judas Tadeo, a quien se le asocia con la bienaventuranza en el trabajo.

Lo anterior lo reflexioné hoy cuando caminaba por el centro; debo, para esto, explicar que desde hace un par de meses he estado haciendo un ejercicio bastante peculiar: me he dado a la tarea de recoger cuanto clip para hojas encuentro o, mejor dicho, se me aparece en la calle. Sí, contrario a lo que se podría pensar, la gente pierde muchos más clips para sus hojas de los que imaginaríamos; grandes, pequeños, muy pequeños, etc. De todos tamaños y en todas partes hay clips abandonados: olvidados en las intersecciones de las lajas de las banquetas, entre los adoquines del arroyo vehicular, en los baños, en las bancas de los parques ¡hasta en los bares! ¡Cuántos clips hay por las calles! Así pues, yo los recojo en cuanto los veo. Algunos brillan, por extraños fenómenos visuales, con la luz del sol o de alguna luminaria, otros están ahí opacos entre pelusas y motas de polvo, otros mojados por extraños fluidos de los cuales no quiero ahondar en su procedencia y otros simplemente están, sin pena ni gloria.
Entonces hoy, mientras recogía uno, pensé en el por qué de mi actividad, llegué a la cuenta de que yo también estaba cumpliendo una manda, que el destino de esos clips para hojas –cuyos antecedentes serán motivos de posteriores comentarios: ¿de quién eran, quién se lamentó por su pérdida, qué problemas causó y por qué terminaron botados donde yo los encontré? –era ser entregados a una especie de ser etéreo, un numen físico-metafísico para agradecer por favores recibidos y para pedir beneficios para mí. La diferencia principal es que mi templo no es una iglesia, que a quien se los cuelgo no es ningún santo, clásico o endémico, adorado por todos, sino uno adorado sólo por mí, su manto no es un manto único y totémico, su manto es una cartera y el mote que lleva, es el del niño dios.

Espero que mis plegarias sean escuchadas, que mis ofrendas sean agradables y bien recibidas para que, de esta manera, pueda seguir con mi actividad, con mi tarea: con mi manda.

miércoles, 21 de septiembre de 2005

efectos

Lejos de todo, lejos del ruido y el bullicio de la ciudad, de las voces molestas y las risas insolentes, mi vida no es más que un suspiro del hálito divino, no es más que un molesto de ja-vu en la memoria del universo.

jueves, 8 de septiembre de 2005

la cara que conocí, la voz que escuché

FFyL

En situación como esta quisiera ser un virtuoso de la palabra para cantar una gran oda, dar rienda suelta a los sentimientos y llenar una página eterna en la memoria de la humanidad, elevar su nombre a la altura de los sempiternos númenes y hacerlo permanecer ahí; pero no lo soy, no lo soy y no puedo. Creo que jamás me había sentido como hoy, en verdad, me llena de tremendo pesar, me sobrecoge y me sobrepasa. Yo trato de no recordar, pero las imágenes de ese rostro y los timbres de esa voz, se presentan en mi mente, dejando un espacio vacuo donde la noche cae con su frío manto.
No soy ningún virtuoso y no puedo cantar una gran oda, sólo puedo cerrar los ojos, tocarme la barbilla y pensar: ¿dónde están sus pensamientos ahora?

con mucho pesar: Puebla, nueve de septiembre de dos mil cinco

miércoles, 24 de agosto de 2005

sabiduría

"sea maldito quien te maldiga y bendito quien te bendiga"
Génesis: Cap. 27 Ver. 29

martes, 2 de agosto de 2005

discurso del río

Seamos honestos, por un segundo, hablemos por amor a la verdad: ¿quién de ustedes no ha sentido miedo en la oscuridad? ¿Quién de ustedes no prefiere dar una vuelta larga para llegar a algún lugar antes que tomar el atajo oscuro? Con esto, quiero que reconozcan que tienen miedo, que son -somos -como cervatillos temerosos en la noche de la sabana, que la armadura que vestimos no es infalible, que la muerte pende sobre nuestras cabezas cada momento y que no podemos ignorarla. El miedo, acaso no es más que el motor de nuestros sentimientos, nos hace ir al médico, tomar nuestra medicación, lavarnos los dientes, estudiar una carrera y hasta elegir una carrera. Parece que nuestras vidas están guiadas por la premisa básica del miedo, parece que el miedo es el que nos hace actuar en las situaciones más críticas: cuando se es niño uno accede a cerrar los ojos y dormir por miedo a la bruja que vendrá después de las doce y que si nos encuentra despiertos nos llevará en su saco, nos lavamos los dientes por miedo a quedar chimuelo como el tío fulano. Siendo un poco mayores -ya iniciada nuestra vida académica -accedemos a hacer nuestras tareas, a portarnos bien en la ceremonias -que, de paso, tienen sus propios mieditos para persuadirnos y ser buenos estudiantes -y empezar a pensar qué vamos a hacer con nuestra vida, todo, por el miedo fundamental ser nadie. Podríamos enumerar todas las situaciones de la vida en la que el miedo es el que nos hace hacer, es más, deberíamos hacerlo, pero escribirlo sería tarea harto complicada, por tal, pensemos primero, estoy seguro que habrá una o dos cosas, a lo sumo, que sean las básicas en nuestras vidas, las que nos mueven, nuestros motores inmóviles, nuestros miedo principales. ¿Al olvido? ¿A la muerte? ¿A la vida misma? Debemos tener cuidado de las desviaciones de nuestros días, el miedo no es, no será jamás, una forma de responsabilidad como nos lo han hecho ver, debemos tener la sensibilidad de separar lo que es opus Dei y lo que pertenece a las creaciones vanas del mundo del hombre, una cosa es lo que quieren que hagamos -que seamos trabajadores, amantes de la democracia, buenos ciudadanos, etc -y otra, muy distinta, la que tenemos que hacer. El miedo nos mata pero, como el dolor, es lo que nos recuerda que seguimos vivos.

miércoles, 20 de julio de 2005

verdades

1. La pasión es una pausa en la razón
2. Los sentimientos son racionalizaciones de los instintos.

lunes, 18 de julio de 2005

María José

Hay cosas pequeñas en la vida, cosas que hago en la intimidad, casi en secreto. Hay veces que creo que algo está mal conmigo pero ¿qué puede haber de mal con algo que me agrade tanto? Hay veces en que logro concentrarme por más de tres horas en alguna cosa, hay veces que no recuerdo más después de estar pensando en algo, hay veces que no sé dónde estoy. Un día, por accidente, me corte el brazo, me dolió un poco al principio, pero después, al ver el rojo intensísimo de mi sangre, símplemente no pude dejar de verla fluir, no pude sino dejarme seducir por su lento discurrir, no pude sino pensar en las tardes rojas atrapadas detrás del volcán; la sentía andar mi piel hasta caer en una gota gorda desde mi pulgar. La sangre tiene ese poder de seducirnos, por eso, desde ese día, decidí que sería médico.

Aun hoy, hay días enteros en que no pienso más que en el atardecer, que paso horas encerrada en mi consultorio cuando no llega nadie, aun hoy, cuando mis hijos me piden ayuda con su tarea y no los escucho, pienso en el rojo de aquel día, aun hoy, muy de vez en cuando, lo juro, me encierro en el baño y me hago una pequeña cortada en el mismo lugar, sólo para ver el atardecer fluir desde mi brazo.

lunes, 11 de julio de 2005

Vespertina

Siempre es bastante curioso ver las cosas que suceden todo el tiempo, es curioso verlas y no notar nada en ellas, no ver que son síntomas, no darnos cuenta que las cosas nos dicen más de lo que "son". Hoy caminé bastante por el centro de la ciudad de Puebla, el sol brillaba (¿han notado cómo brilla últimamente el sol? ¿o sólo lo he notado yo?), las nubes a la orilla de la bóveda celeste, se acercaban, se veían pesadas y oscuras, el volcán se cubría entre ellas y los turistas no paraban de caminar, comer, fumar y ver através de sus lentes para sol. Recorrí muchas calles, pise muchas lajas del piso, crucé un buen número de calles y estuve atento a igual número de semáforos, caminé, mirando el rostro de la gente, es algo que comunmente uno no hace, es algo que en realidad tiene muy poca trascendencia, pero yo lo hice por un periodo muy prolongado. Uno se puede dar cuenta de algunos de los humores de las personas; los que miran hacia abajo, pensando en cosa más importante, preocupados, deprimidos, los que lo miran a uno de reojo, mujeres principalmente, esperando algo, no se sabe qué, los que andan distraídamente por ahí, mirando aparadores, no pensando en nada en realidad. Llegó un momento en que decidí que iba a sonreírles a todas las personas, a ver qué sucedía. Me detuve junto a una mini-van estacionada y ensayé mi sonrisa: tenía que verse amable, pero no provocadora, leve, pero no forzada, cordial y tierna (todos podemos hacer tal sonrisa). Después de intentarla algunas veces, di con la adecuada, cumplía con todo, hasta me daban más ganas de sonreír de sólo verme sonreír. Empecé la andanza una vez más, una señora: no me vió, un anciano: demasiado cansado para levantar la cara, un niño: incapaz de entender mi actividad, una muchacha: creyó que era un enfermo o un depravado y volteó el rostro inmediatamente. Parecía que ese era el resultado común, nadie me sonreía, todos tenían una buena excusa para no hacerlo. No sé cuántas personas vi hoy (normalmente las cuento), no sé a cuántas intenté sonreírles, pero sí sé que tristemente fueron muchas. Estaba sorprendido, desconcertado, pero aun mantenía mi sonrisa, sonreía mientras pensaba en los resultados del experimento, en la estadística y en las posibles causas de tan tristes resultados. Me dirigía a la ocho poniente y siete norte, esquina e que tomaría mi transporte, crucé por el mercado La Victoria, siempre con mi sonrisa me vieron: el muchacho gay de las joyas, la señorita de las promociones de celulares, el guardía de seguridad y el chavo que da crédito en las máquinitas, de todos ellos sólo el guardia de seguridad me sonrió "buenas, joven" me dijo, mientras veía a una niña que corría sobre la placa dorada de las coordenadas exactas del lugar. ¿Sería esa la diferencia con todos las demás personas? Él, llevaba un arma, tenía la potestad para usar la fuerza prácticamente con quien quisiera, su día era tan o más cansado que todos los demás, pero estaba viendo a una niña correr, girar, gritar, reír, todo, sin razón alguna.

miércoles, 6 de julio de 2005

sin título

Después de un largo rato de tener el cerebro tapado -¿razones? Realmente un misterio -hoy me siento de humor para escribir y no sé qué tan conveniente sea decir -o incluso pensar -tal cosa. ¿Es acaso el escribir una cosa de inspiración, de "cómo me sienta hoy"? Para mí, la respuesta es no. Así de simple. Sin embargo me enfrento a los hechos, a la experiencia sensible: "hoy me siento de humor para escribir". Qué contradictorio, pero me consuelo a mí mismo pensando que el ser humano es así, contradictorio.

Y bueno, hoy que me siento de humor para escribir, en realidad estoy usando la función más primitiva de la escritura, esta función básica y un poco tristemente denigrante de la escritura: la de vaciado de los sentimientos o de los pensamientos más bien dicho. Sí, en realidad no me interesa tanto lo que pueda decir lo que escribo o aquello que pueda entender aquel que llegue a leer esto, en verdad no y por lo regular estoy pensando siempre enq ue lo que escribo se entienda precisamente lo que quiero decir, pero hoy no, hoy símplemente estoy de humor para escribir y ya me di cuenta que no precisamente tengo el cerebro destapado, igual puede estar tapado -de hecho lo está -y he ahí un gravísimo problema, pienso: "¿qué tal que mucha gente que "escirbe" lo hace de la misma manera que lo hago yo ahora? Sin importarles lo que escriben, lo que se entiende de sus textos o incluso si en verdad están diciendo algo o símplemente vaciando sus sentimientos o, más bien dicho, sus pensamientos, sólo porque se sienten de humor para hacerlo." Supongo que eso en verdad pasa y es por eso que nos enfrentamos a textos inenteligibles que se refugian en el manifiesto de alguna "vanguardia" sacada del cesto de su ropa sucia. Ese es, creo, un gravísimo -¿ya lo dije? -problema de la literatura actual. Deberíamos recapacitar. ¡Pero qué digo yo! Si hoy sólo escribo porque me siento con ganas de hacerlo.