lunes, 28 de julio de 2008

28 de julio de 2008: un paso más.

Hoy, de hecho, dimos por muerto al perro. Mostró, sumisamente, ante nuestra indolencia, todos los síntomas que asociamos con los muertos. Tal vez quiso, no para aliviar su dolor, sino el mío, hacerse pasar por muerto ante mis ojos, tal vez quiso, en un último acto de fidelidad, evitarme la carga de observar una muerte peor.

jueves, 17 de julio de 2008

El testimonio

Mi hermano y yo vivíamos en en Ixtlahuaca, una vez vinieron unos señores a decirnos que nuestra tierra era muy valiosa, que valía mucho dinero y que nos lo iban a dar si los dejábamos buscar lo que había abajo, en la milpa, donde sembramos. Como se veían buenas gentes los dejamos, además nos traían cosas de la ciudad, nos hacían mandados y favores. Una vez, cuando la hija de mi hermano se enfermó, nos llevaron al doctor, a una clínica grande, en la ciudad, en México. La verdad es que parecían buenas personas. Como mi hermano y yo nos quedamos con este pedazo de tierra que era de nuestro padre, pues entre los dos decidimos que no había problema en que buscaran, además ellos nos dijeron que no iban a mover nada, que nomás los dejáramos estar en un rincón del campo y que no nos iban a molestar ni a hacer ruido. Y sí, así le hicieron, iban y venían todos los días, pasaban, nos saludaban y nos traían las cosas que les habíamos encargado, se tomaban un café o un refresco, a veces mi mujer les daba un taco, platicaban un poco y luego se iban a su rincón. La verdad nunca fuimos a ver qué hacían allá, no nos gusta meternos en lo que no es nuestro y ellos tampoco nos contaron muy bien qué era lo que hacían, nomás veíamos que todos los días iban y venían, primero empezaron a venir una vez a la semana, luego más, dos o tres veces y luego vinieron mucho, casi todos los días. Después, un día, dejaron de venir. Así nomás. Después de un rato, a lo mejor una o dos semanas después que dejaron de venir, mi hermano y yo fuimos a ver la casita que habían alzado en el rincón del terreno. Era una casita como de tela gruesa, adentro se encerraba el calor y el aire olía raro, como a encerrado. En la tierra había un hoyo, parece que lo habían hecho con una pala, era profundo, mi hermano y yo cabíamos adentro parados los dos al mismo tiempo. No parecía que se hubieran llevado algo, ni la tierra ni las piedras ni nada, todo estaba ahí, amontonado a los lados del hoyo, las piedras que habían sacado mientras rascaban estaban metidas en unos como cajones de madera, habían unas grandes, otras menos grandes y otras chicas. Le digo, no se llevaron nada, todo estaba ahí. Mi hermano pensó que a lo mejor habían echado alguna cochinada por el hoyo, pero cuando nos metimos no vimos nada y no olía a nada y la tierra se sentía como tierra, nada le hicieron a la tierra. Fue cuando empecé a escuchar.

Al otro día de que nos metimos, fuimos a ver a mi tío que vive del otro lado del terreno, le fuimos a preguntar si él había visto algo en esos días, algo en la casita de tela, pero nos dijo que no, que él no vio nada más que cuando se fueron. Dijo que cuando los vio irse ese día, el último día que vinieron, se le figuró que ya no iban a volver, o sea que él ya sabía, se lo imaginaba. ¿Cómo es que se lo imaginaba usted? Le preguntamos, él nos dijo que él escuchó y luego vio cómo se salieron de la casa de tela y se fueron los dos apresurados, tranquilos, pero rápido.

Le digo, mi tío también escuchó, seguro escuchó lo que yo escuché cuando mi hermano y yo nos metimos en el hoyo, seguro es lo mismo que escucharon los señores, a lo mejor era lo que andaban buscando, a lo mejor es lo que vale mucho dinero. A lo mejor regresan y nos dan el dinero.

jueves, 10 de julio de 2008

La historia nueva, la historia de siempre

En estos días me enteré de una historia que está llevándose a cabo en Sucre, Bolivia y es una historia que se repite en toda América. Tras la colonia, hemos sido testigos -los que en aquél tiempo vivieron -y producto de la instauración sistemática de un régimen y forma de gobierno ajena a estas tierras.

En Bolivia -punta de lanza en muchos aspectos hacia el reconocimiento de los derechos y valores de los pueblos originales -se lleva a cabo una campaña de despretestigio, una campaña absurda que recrudece las actitudes anacrónicas de los hacendados y criollos herederos de los depojos de los movimientos independentistas, con el fascismo que caracteriza a estos grupos arraigados al poder colonial y a la fuerza bruta de su intolerancia, se han encargado en convertir a los movimientos legítimos y reivindicatorios de la calidad moral de los pueblos originales, en grupos odiosos y molestos para la sociedad en general. Ayudados de técnicas importadas -lo que en México se conoce como 'Los porros', estos personajes que se infiltran en los movimientos para provocar violencia y dar la apariencia de que el grupo completo es violento y peligroso -han logrado que la opinión pública los rechace y han, con esto, encontrado una justificación perfecta para usar la fuerza del estado para golpearlos, provocando que el resto de la población, sin quererlo y sin saberlo tal vez, inicie actos racistas. “Indio traidor, indio ignorante” son algunos de los insultos que le escupen mientras les lanzan vidrios, los golpean y asesinan. Estoy convencido: el insulto ciertamente, es llamarlos traidores e ignorantes, porque ellos orgullosamente, se asumen como pueblos indios.


Esta siuación me hace reflexionar, una vez más, en lo que sucede en nuestro país, México. ¿Qué hacemos aquí con 'nuestros pueblos indios'? ¿Qué hacen 'nuestros pueblos indios' con nosotros? Ciertamente lo que pasa en Sucre, región boliviana, es algo que de alguna manera asomó en nuestro país allá por el año 1994: cuando los indios se organizan y alzan la voz, cuando los indios hablan de derechos e igualdad (y abandonan esos 'balbuceos incomprensibles y floclóricos'), entonces los indios se vuelven traidores e igualados y es necesario golpearlos con todo lo que se tiene disponible: medios de comunicación, palos, botellas, pistolas, metralletas, gases y tanques. ¿Por qué?


Uno de los detonantes de la situción en Sucre, ha sido la creación de una constitución que reconoce la multiplicidad de culturas y pueblos en un mismo país. Eso incomoda a los herederos del poder colonial, eso los vuelve locos y los regresa a creerse el señor montado a caballo. ¿Por qué? ¿Por qué no pueden aceptar el hecho de que no son los dueños de esas tierras y mucho menos los dueños de esas vidas y esas mentes?


Acaso el peor agravante de la situación es algo que ocurre siempre: los herederos del poder colonial sólo mueven sus hilos, mandan a sus fuerzas; policía, ejército, grupos pagados, para que hagan el 'trabao de campo' para que propinen golpizas y cometan los asesinatos, mientras ellos observan a prudente distancia y disfrutan la cena. Pero ¿quiénes son la policía, ejercito y grupos pagados? En México y en Bolivia, son los mismos: los hijos, nietos y hermanos de los indios. Los adoctrinan, les pagan y les venden un odio ajeno para matarse entre sí. Es la historia de nuestra tierra. ¿Por qué tiene que seguir siendo así?



Un fragmento de la historia:

miércoles, 9 de julio de 2008

Relexiones

Frente al espejo del baño ensayaba cada una de las posibilidades: podría salir corriendo sin poner atención en nada, en el ruido o el alboroto que hicera o podría tratar de salir, como esos personajes de las películas, agazapado tras cada mueble, mimetizado en cada pared y escondido en cada sombra. Aún no sabía cómo, pero esaba decidido a escapar de la locura.