miércoles, 2 de agosto de 2006

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Me encuentro acostado en la cama de alguien más, en un colchón con una historia indescifrable, incógnita. Las huellas y los rastros en él me hacen pensar en fornicaciones placenteras y dolorosas, en pesadillas terribles y sueños dulces; su irregularidad me recuerda a un paraje desértico: un alto cerro y una enorme y alargada planicie, más bien como un valle. Recuerdo la pena y con rencor veo tras mis ojos, dentro de mis párpados la desilusión de una vida que al mismo tiempo es muy pronto para evaluar pero lo suficientemente larga para mirar atrás y comparar el momento actual con tiempos pasados. Aun tengo la misma duda: ¿dónde está? Esta duda, cómodamente general, evita que me detenga y al mismo tiempo me cerca, me doma. Me siento, en esta vida, como un cordero dentro de un corral, iluso, pastante, in-intencionado. No conozco más que lo que me han mostrado, lo que alcanzo a ver más allá de mi cerca, lo que veo cuando miro hacia arriba, lo que veo cuando ando con la cabeza baja y todo me parece tan real y tan inalcanzable. No puedo alcanzar las estrellas, no puedo correr más rápido de lo que mis piernas me lo permiten, no puedo subir más alto de lo que mis pulmones soportan, no puedo comer más de lo que cabe en mi estómago: estoy confinado a este corral y me quejo por ello, lloro por mis limitaciones, lloro ante los sacrificios, ante los holocaustos y ante la carne podrida de los que están junto a mí; ante la felicidad de los que tienen otro mundo, ante los que se refugian en ti, ante los que no te creen, ante los que, abstraídos, golpean sus cabezas en fieras batallas.

¿Dónde está? Mi pregunta multipropósitos, mi pregunta salvadora, mi látigo, mi domadora.

He escuchado tantas voces ya, tantas lenguas diferentes, he mirado tantos ojos, he pisado tantas tierras, he visto el cielo desde diferentes perspectivas, me he sobrecogido ante visiones tan distintas, ante ruidos tan diversos. Yo no busco –como sería lógico para responder mi pregunta –porque aunque lo hiciera no sabría cuando encontrará lo que estoy buscando, es, como dije, una simple justificación, un pretexto, una premisa, una falacia, una tautología, un mantra. Estoy, en definitiva, perdido. Soy demasiado escéptico para creer en el más allá pero tan miedoso como para negarlo: por eso mantengo mi duda, para poder levantarme, para vencer mi indiferencia a bañarme, para comer y para la lista interminable de pensamientos que debo pensar y para la lista reducida de cosas que puedo y me veo obligado a hacer: para no detenerme y convertirme en una piedra. Es extraño, normalmente la gente actúa sobre o a consecuencia de lo que cree son sus certezas –aunque yo sé que las certezas siempre refugian una duda en su interior: Cristóbal Colón se aventuró a la mar creyendo que llegaría a la India, las misiones espaciales salieron del planeta sabiendo que sus máquinas no les fallarían; creyendo que lo que hacían era posible, la gente se duerme sabiendo que mañana despertarán con el sol asomándose nuevamente por sus ventanas, salen a trabajar sin preguntarse si su casa seguirá donde la dejaron –y en todo esto cabe la duda. Yo no, yo me muevo por mi duda, porque no estoy seguro de qué sucederá, me muevo huyendo de la posibilidad de que las cosas cambien mientras estoy ahí, aunque cuando me voy no sé si las cosas seguirán ahí, me fascina y aterra la idea de que las cosas dejen de estar en el lugar que recuerdo, de que la ciudad cambie la orientación de sus calles, de que el sol salga por el otro lado, de que no haya luna en la noche, de que las estrellas sean verdes o moradas, de que el volcán que veo todos los días ya no esté más ahí, de que las flores sean otra cosa. No quiero estar ahí cuando las cosas cambien. Por eso hago lo que hago, espero la muerte para saber qué hay después de esto y me aterra pensar que sí hay algo y que no cumplir con lo que se supone debo cumplir ahora para llegar a uno o a otro lado después de la vida y que el infierno existe y que el paraíso y la eterna recompensa también.

La duda, mi duda, es la respuesta –incongruente –al miedo, pero la prefiero así.