viernes, 13 de febrero de 2009

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Escribir el blog en una computadora que no es la propia es muy difícil, los acentos no están donde deben, las teclas están fuera de la memoria sensorial de los dedos (por lo que hay que verlo constantemente y poner mucha atención a la hora de teclear). Sin contar que los shortcuts no están programados.
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Esto del catorce de febrero es una verdadera pesadilla, la gente molesta a la demás gente con regalos que no quiere: andan por la calle, como si no tuvieran otro lugar dónde hacerlo, besuqueándose y obsequiándose arrumacos y los moteles, según información de los taxistas conocedores, están hasta el tope (como el día último para la verificación: haciendo fila) mientras que los grinches del v-day, lanzamos miradas terribles y murmuramos insultos ininteligibles.
La situación del v-day ha sido ampliamente discutida se llega a la conclusión, por lo que a mí respecta, que es cuestión de actitud, es un pretexto, parecido al del 15 de septiembre para embriagarse y hacer feo, para derrochar miel. Me rehuso a entrar a la discusión de la mercadotecnia y consumiso. Los que puedan y quieran, que lo disfruten.
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Otro inconveniente de escribir el blog en una computadora que no es la propia (y en un lugar público) es que tengo que escuchar las risas y la música perdona si te estoy llamando en este momento... estoy muriendo, agonizando muy lento... de los parroquianos.
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De repente este post me pareció al formato que tienen las columnas de los perdiódicos locales: muy chafa con sus asteríscos centrados.
Tengo hambre
tengo sed,
ya me voy a comer.

1 comentario:

Areli dijo...

ja!
Dos casualidades de tu post y mi 14 de febrero: La primera es que ese día compré mi compu, lo que quiere decir que mis entradas anteriores eran desde una compu ajena, aunque no tan ajena pues era la de mi maríado. La segunda es que recorrimos el centro del defectuoso viendo -no sin un dejo de asquito- a las decenas de parejas que parecía que querían implementar otro record guinnes ese día: el del beso más exhibicionista. Volví cansadísima, harta, pero feliz de estar fuera de las épocas en que uno volvía a casa con varios ejemplares de la cursulería que terminarían en dos semanas en la basura.