domingo, 20 de enero de 2008

Cotidianas III

Si no eran esos, por lo menos eran muy parecidos. Recuerdo que le dije que era muy bonitos, que me gustaban mucho la forma en que levantan tus muslos. Salimos y caminamos por la calle, dejé caer mi vaso en una maceta y caminamos mucho.

Baby you can drive my car. Otra vez la taza llena. ¿Pues qué pasó? Un contingente policial comenzó su marcha de rutina aunque esa mañana era más ostentoso, el sol hacía brillar el engominado cabello del que leía. Under that light -pensó mientras examinaba detenidamente a esa persona -you can almost get confused about his personality, but don´t let him misslead you. Había notado, por los trajes iguales, que venían juntos, había visto además, una pistola al costado del descuidado. Eran policías, detectives o, por lo menos, judas. El pulcro -como había alcanzado a bautizarlo, dobló el periódico y empujo lo último que quedaba en su taza, dio una mordida final a su pan y se puso de pié. Vámonos. Ya le dije amigo, usted parece una buena persona, pero no hay que dejarnos confundir. Miré, la cosa está fea y se va a poner peor, vaya a su casa y si vive por aquí, guarde bien todos sus documentos importantes, no le abra a nadie a menos que sea la policía y estese tranquilo. Otra mirada de incredulidad. Alcanzó a lanzar una mirada de entendimiento y asintió con la cabeza. How I wish you were here, we´re just two lost souls swiming in a fish bowl, year after... El descuidado dejó pagada la cuenta de ambos y se puso de pié, lanzó una última mirada en Rubén, como queriendo entrever su reacción, pero éste se ocupó en comer su pastel. Caminó a la puerta donde el pulcro encendía un cigarro y ambos salieron.

Llegamos a un jardín, habían árboles y banquitas, nos besamos y acaricié sus piernas bajo la falda, me besó el cuello, me comenzó a dar modiditas. Su entrepierna comenzó a abultarse la senté en la banca, me hinqué y puse sus piernas en mis hombros. Tocó sus rodillas y le dolían, casi pudo oler la fragancia que despedían, un olor un poco amargo, talvez por el nylon de sus medias, un olor fresco más arriba, en sus muslos. Ella reía y me decía cosas. Ya sé por qué todo lo recuerdo en inglés. No dije nada, nunca dije nada. Metí mi nariz en su vulva, la toqué con la lengua. Amargo sabor.

Su cuello estaba tenso, comenzaba a dolerle otra vez. Me acarició con la punta de sus dedos, con sus uñas extraordinariamente bien cuidadas.

...

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