La inspiración -las ganas, más bien -de escribir, llegan en los momentos más raros. Cuando tengo una treintena de etiquetas para categorías sintácticas para datos orales que re-revisar o cuando escucho una canción o cuando me como una torta de milanesa.
Las 'ganas de' son una cosa, completamente diferente a 'tener de qué' escribir. Uno no necesariamente tiene algo interesante o innovador que plasmar por escrito o siquiera algo importante que transmitir. A veces, uno simplemente tiene que escribir. Aunque, se los digo de una vez, tampoco hay que confundir estas ganas con aquello que los 'amantes empedernidos de la literatura, los libros y la escritura' consideran como: "una necesidad orgánica, vital y equivalente a comer, dormir o -los más ineptos -hacer el amor".
Las ganas de escribir a las que yo me quiero referir ahora son, más bien, parecidas a las ganas de echarse una cervecita, a las de tomar la siesta a la sombra durante un día terriblemente caluroso, a las de echarse panza arriba al vaivén de las olas o bien, a las de visitar a un amigo/a, nomás por hacerlo.
Siempre he tenido la impresión -y reconozco que he sido incapaz de plasmarlo en cualquier lugar -de que la escritura, la lectura, la literatura y, en última instancia, el arte, son conceptos harto sobrevaluados: aborrezco aquellas actitudes del que, creyéndose iluminado-poseedor de una verdad superior, juzga a quien no encuentra en la interesantes sus mismos supuestos. Vivimos rodeados de una subespecie de alienados (por usar un concepto trasnochado) en la autocomplacencia de la manipulación un objeto elevado a un pedestal cercano al fetichismo: el libro.
Los libros brindan placer (como objeto), conocimiento (como depositario del conocimiento, historia e historias), autoconocimiento (como continuación de la memoria colectiva), lo que el libro no brinda -aquí la falacia, aquí lo que se debe combatir abiertamente -es la posibilidad de ser mejor. En todo caso, una mala interpretación de lo que el libro es potencia -como cualquier tecnología creada por el hombre -las cualidades de un sujeto: hace peor al peor, mejor al mejor y hace cambiar al dispuesto.
1 comentario:
Yo llevo más de un año escribiendo sin tener de qué, así que dudo que vaya a cambiar el rumbo de la vida de nadie con ello.
Y no sé si es que yo seré dura de mollera, difícil de convencer o simplemente lectora de tonterías pero siempre que me preguntan por algún libro que me haya hecho cambiar o reflexionar o darle un vuelco revelador a mi existencia me quedo con cara de "¿qué me estás contando?". Adoro leer pero no, no pillo los mensajes ni las moralejas ni nada de eso. Uno cambia cuando se convence de que está haciendo algo mal y los libros no suelen ser tan visionarios. Un besote.
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