Todos hemos escuchado alguna vez (o por lo menos hemos visto la versión Disney) el cuento de Blanca Nieves y los siete enanos. Yo también y la verdad no recuerdo cuál de los siete era el más mezquino, estoy seguro de que no era Gruñón, él tenía su encanto. Si hubiera uno de ellos que se llamara "Enano Mezquino" y luego tuviera el poder para ser el rey de la comarca, haría lo que hoy viví.
La historia es como sigue: imagínense la ciudad de Puebla (para los que no la conozcan), es una ciudad, que se encuentra en medio de la cuestión, entre las grandes ciudades del país -Monterrey, Guanatos y el DF- y las ciudades con calor provincial como Oaxaca, San Luis, Querétaro. Es demasiado grande para ser una provincia pero demasiado pequeña para ser una metrópolis. Tiene grandes rezagos en infraestructura: las avenidas suelen ser insuficientes la mayor parte del día para la cantidad de autos que circulan por ellas, hay grandes desarrollos de vivienda a los que sólo pueden acceder una fracción de la población total, mientras que el resto vivimos en pueblos tragados y asimilados por la mancha urbana. Tipo Coyoacán o la Magdalena Contreras.
Como todos los estados de la república, Puebla, tiene un gobernador. Sí, todos lo conocemos mejor como: el góber precioso. Y como todos los personajes de la política del país, tratan de demostrar que han trabajado una vez cada año, típicamente, en su informe de 'labores'. Como el lector aguzado podrá imaginar, este es un evento grande, masivo y dirigido a los medios de comunicación y compañeros y enemigos en el poder. El citado gobernador rindió hoy su informe de labores: no me pregunten qué dijo que hizo, no me pregunten quiénes llegaron y no me pregunten dónde lo hizo. Lo que les puedo decir es que nunca, como hoy, vi un operativo de tránsito y seguridad tan impresionante como hoy. Avenidas enteras vacías porque los oficiales de tránsito, en cumplimiento del deber, desviaban tanto a pedestres como automotores para que desde kilómetros antes nadie importunara la llegada de los invitados y no afeáramos el panorama de sur de la ciudad que está quedando muy bonito.
Supongo que nuestro personaje no podía arriesgarse a que nosotros arruináramos su gran día, el día en que quedará decidido su carrera política, el día en se pavonearía ante las cámaras de TV cuán feo es. Mientras tanto, a nosotros que nos cargue la chingada, que lleguemos tarde al trabajo, que nos desquiciemos en el hacinamiento y que nos descuenten los días.
De verdad, y esto no es privativo de la 'provincia' vivimos en un país cuyas prácticas políticas son la risa producida por un mal chiste escatológico: como tirarse un pedo en el discurso de graduación.
Espero que los enanos (el federal y el local) se bajen ya del banquito y les arrebatemos el poder que nos les pertenece.